sábado, 25 de diciembre de 2010

Del rigor & el fulgor



Columna Eloy Jáuregui
Diario 16
Sábado 24 de Diciembre del 2010




Me friega. Los fastos de fin de año por obscenos y yo por obseso. Ese afán convulsivo por la compra y el jaleo. La juerga, el sexo precoz, el encebichamiento. No por viejo, por jodido. Cada año es peor. Competencia de arbolitos, de lucecitas, de lomos glaseados, de arroz turco, de pollipavos, de 'calaverones', de papanoeles verdes, de champán bamba, de panetones hongueados, de chocolatadas políticas, de misas de gallo, de Ciprianis, de sancochados electorales, del 3x2, de las tarjetas de crédito, de los Toribianitos, de las 10 planchas lectorales y etc.

Y lo digo, no milito en el aguafiestas y soy católico a rajatabla, te
ngo esposa y tres hijos, madre viejita y hermanos robustos. Y los beso y los amo, pero todo el año, y ahora no me joroben con su 'espíritu navideño' de pacotilla. Farsas rucas y huachaferías. César Mauricio decía que: “toda la gente es aprehensiva, comprando fiado con sus tarjetas”. Y hoy más que nunca se tenía que ser creativo y que uno no se endeude, amen que la Navidad es Cristo. Buena reflexión de mi hermano de leche Enci.
De niño no recuerdo esperar regalos. Yo mismo los hacía. Oía a los viejos y soñaba con el cine, Me disfrazaba de Tom Sawyer cordelando en el Mississipi y una que otra de León Dupuis, el sacacorchos de Madame Bovary. Amaba a quienes no debía amar, y le pegaba una 'verónica' a la que si debía, desde mis vecinas hasta la primas hasta que giman. Ah, mis primas, eran verdaderos panetones, por sus 4 costados. Yo solo me comía sus pasas, las erectas, las colgantes.

En la Residencial San Felipe integré el Grupo Exaudi. Era un colectivo pro-parroquia de jóvenes castos y maduros con costra. Ahí tuve mi primera revelación. Se llamaba M. --no diré más porque sus hijos son mis alumnos--. Ella era mi villancico y mi chocolate. Yo jamás esperé a Santa Claus ni encendí cuetecillos ni ratas blancas. Mi corazón explotaba solo con mirarla cerca de la medianoche porque tenía que abrazarla y decirle: “M. Que Jesús esté contigo”. Ella sabía que la amaba y yo que la adoraba.

En aquel tiempo gobernaba Velasco. Un Ollanta viejo y con tos de guarapero. Pero me llegaba la dictadura. Me ablandaba el amor. La política es el arte del sufrimiento. Y mi noche buena era mi noche de pena. Dormíamos a metros, ella en un edificio y yo en otro. La arquitectura es el hielo de los amores inflamados. Hoy la Navidad es distinta. Lo sé por las miradas. Mis sobrinos y ahijados babean por mi billetera. Yo suelto una lágrima por M. Ahora muerta, de mi memoria real. Viva en mi recuerdo virtual, aquí en la playa viéndola como ese sol que mañana volverá.